No es lo mismo que se te rompa el corazón a que se rompan las capas que rodean al corazón. De hecho, el corazón no se puede romper. Se puede olvidar, enterrar bajo capas de defensa egoica, rodear con corazas falsamente protectoras… pero no, romper no. El corazón , con su vulnerabilidad preciosa, con su latido vital , con sus mil matices del amor, su compasión , su nutrición, su verdad, su autenticidad, sus significados… seguirá bajo las capas, completo, pleno, brillante, íntegro,  irrompible. 

Sí, que se rompan las capas a su alrededor duele. Y debe ser así, si queremos llegar a percibir las deliciosas esencias que emanan del corazón: entregarnos a la ruptura, acompañar la fractura, a la grieta que se abre, sabiéndonos en el buen camino de regreso. 

Buff, ¡ pero duele !. El engaño duele, la mentira, lo falso… Duele no sentir protección, reconocimiento, cobijo, apreciación, entusiasmo, vitalidad, nutrición. Duele el abandono, el desprecio, el rechazo, el sinsentido de vida, la soledad, la ansiedad, el peso en el pecho, la respiración agitada, o contenida. 

En cada capa, una defensa que romper y atravesar de regreso al corazón. Y atravesar duele, sí. Porque creemos que, las capas, nos defienden de sentir algo que en la infancia nos fue intolerable sentir. 

Y, poco a poco, lo intolerable ha sido convivir con esas capas que nos llenan de miedo, que nos dejan sin amor, verdad, protección ni propósito. ¿Cómo ir a la vida sin la vulnerabilidad preciosa del corazón? Desconectadas de su amor , nutrición, entusiasmo, vitalidad, aprecio , gozo, verdad, significados, compasión… sin sentir el sostén del amor, ¿cómo abrirnos con confianza a las experiencias de la vida?

El corazón no se defiende, no ataca, sólo Es… Amor, compasión, verdad, nutrición, belleza, gozo…

Para una tierna niña-o, con el corazón abierto, fue imposible mantener la íntima unión con los contenidos de su joya interior, pues la herida original de no encontrar en el mundo el reflejo de su corazón fue tremendamente dolorosa. En ese tiempo queda grabada  una  “idea loca”  (hay algo que me falta sin lo cual no tengo valor ni merecimiento alguno) y  una “pasión” (buscaré a toda costa eso que me falta, así me vaya la vida en ello). (eneagrama)

El ego vino al rescate, a acolchar ese dolor, generando una estructura protectora que pueda hacer a la niña de nuevo sentirse valiosa, digna de amor, etc (las diferentes formas de estructuras, los eneatipos).

La zanahoria del ego: “cuando consigas esto que te falta (perfección, amor, poder, logros, conocimiento, reconocimiento, seguridad,  belleza, paz, ser único, intimidad,etc…) te sentirás bien porque sentirás plenitud y no carencia. “

La edad juega a nuestro favor. Tras tanto buscar fuera, y no terminar de sentirnos bien, llega el momento de volver la mirada hacia dentro. Y la vida en eso nos ayuda, poniéndonos ante experiencias que una y otra vez nos van a decepcionar, desilusionar, “romper el corazón”, fracturando de a poquitos, o de golpe, la coraza cardíaca. Y eso duele, si. 

Parece poca cosa el poder acompañar ese quiebre con conciencia . Parece poco ir adentro cuando duele , respirar, dejar que las lágrimas, los mocos y el hipo, deshagan la defensa y nos catapulten al  lecho sagrado del corazón. Sé que parece poca cosa, simplemente  percibir la respiración mientras cae algún cimiento. 

Sin embargo, es un camino directo a la vulnerabilidad preciosa del corazón. No es necesario realizar complicadas acciones , prácticas, sino sentir el dolor que nos atraviesa, con la comprensión de que no es el corazón el que duele, sino la fractura de las capas que lo rodean. 

Claro, entregarnos a sentir el dolor con conciencia no es tan sencillo, porque el automático es alejarse del dolor y porque el ego a veces lo percibe como perder la batalla: abandonar la cruzada que la niña emprendió en busca de eso que creyó que  le faltaba. 

Sentarse a meditar parece poco remedio,  habiendo tanta promesa fuera para evitar el dolor. Pero ahí afuera, la sed no se calma, el hambre no se sacia, pues el gran anhelo del ego es en realidad, llevarnos de nuevo de vuelta a casa, donde todo anhelo queda colmado. 

Y en ese camino ayuda cerrar los ojos, meditar, mirar con curiosidad el mundo que aparece tras nuestra piel y percibir el presente, el ahora más absoluto en el que se despliega, a nuestra disposición, toda la riqueza y belleza del corazón. Tan cerca, justo aquí , justo ahora. 

Respira…

Memeluk, abrazando… 

todo lo que encontramos en el camino de regreso al corazón.

Koki Villacorta Labairu.

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